Once minutos by Paulo Coelho

Once minutos by Paulo Coelho

autor:Paulo Coelho [Coelho, Paulo]
La lengua: spa
Format: epub, mobi, azw3
Tags: Novela, Drama, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


La vida es a veces muy avara: la gente pasa días, semanas, meses y años sin sentir nada nuevo. Sin embargo, una vez que abre una puerta, y ése fue el caso de María con Ralf Hart, una verdadera avalancha entra por el espacio abierto. En un momento no tienes nada, y al momento siguiente tienes más de lo que puedes aceptar.

Dos horas después de haber escrito su diario, cuando llegó al trabajo, Milan, el dueño, habló con ella:

—Entonces saliste con el pintor…

Debía de ser conocido de la casa, ella lo había comprendido cuando él pagó por tres clientes, la cantidad exacta, sin preguntar el precio. María simplemente asintió con la cabeza, procurando crear un cierto misterio, al que Milan no dio la menor importancia, ya que conocía esa vida mejor que ella.

—Tal vez ya estés preparada para dar un siguiente paso. Hay un cliente especial que siempre pregunta por ti. Yo le digo que no tienes experiencia y él me cree; pero tal vez ahora sea el momento de intentarlo.

—¿Un cliente especial? ¿Y qué tiene eso que ver con el pintor?

—También él es un cliente especial.

Entonces todo lo que había hecho con Ralf Hart ya debía de haber sido probado y hecho por otra de sus colegas. Se mordió el labio y no dijo nada, había pasado una hermosa semana, no podía olvidar lo que había escrito.

—¿Debo hacer lo mismo que hice con él?

—No sé lo que hicieron; pero hoy, si alguien te ofrece una copa, no aceptes. Los clientes especiales pagan mejor, y no te arrepentirás.

El trabajo comenzó como de costumbre. Las tailandesas sentadas juntas como siempre, las colombianas con aire de quien lo entiende todo, las tres brasileñas (entre las cuales se incluía) fingiendo estar distraídas, como si nada de aquello fuese nuevo o interesante. Había una austríaca, dos alemanas, y el resto se componía de mujeres del antiguo este de Europa, todas altas, de ojos claros, guapas, y que acababan casándose más rápido que las demás.

Los hombres entraron: rusos, suizos, alemanes, siempre ejecutivos ocupados, dispuestos a pagar por los servicios de las prostitutas más caras de una de las ciudades más caras del mundo. Algunos se dirigieron a su mesa, pero ella siempre miraba a Milan, y él negaba con la cabeza. María estaba contenta: no tendría que abrirse de piernas aquella noche, aguantar olores, ducharse en baños que no siempre estaban calientes; todo lo que tenía que hacer era enseñar a un hombre, ya cansado del sexo, cómo debía hacer el amor. Y ahora, pensándolo bien, ninguna otra mujer tendría la misma creatividad para inventar la historia del presente.

Al mismo tiempo se preguntaba: «¿Por qué será que, después de haberlo probado todo, quieren volver al principio?». En fin, eso no era problema suyo; siempre que pagasen bien, ella estaba allí para servirlos.

Un hombre más joven que Ralf Hart entró en el local; guapo, pelo negro, dientes perfectos, y un traje que le recordaba a los de los chinos, sin corbata, simplemente con un cuello alto, y una impecable camisa blanca por debajo.



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